Se rueda en Roma la adaptación de 'Una novelita lumpen', del autor chileno
LUCIA MAGI - Roma - 22/08/2011
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Un edificio marrón con mil ventanas y balcones se perfila donde Roma se apaga, a los pies de las colinas. A su alrededor, otros bloques idénticos junto a desguaces, huertas y almacenes de chatarras. Las calles que se tuercen bajo el antiguo acueducto parecen la ambientación perfecta para una obra de Pier Paolo Pasolini. Pero no. Las afueras de la ciudad -que como ninguna vive complacida y encerrada en su casco histórico- son el marco de El futuro, versión cinematográfica de Una novelita lumpen (Anagrama), último libro que Roberto Bolaño publicó en vida y el primero que logra llegar al cine.
La chilena Alicia Scherson (1974), galardonada en 2005 en el Festival de Cine de Tribecca de Nueva York con su Play, dirige la película entre Roma, Colonia (Alemania) y Santiago de Chile. "Suelo escribir mis guiones", cuenta sentada en una pizzería, durante una pausa en el rodaje. "Adaptar obras literarias no es lo mío y, a pesar de que adoro a Bolaño, no creo que sus libros sean muy cinematográficos. Cuando leí esta breve novela, en cambio, quedé atrapada por la voz femenina que narra la historia. Me obsesioné con la idea de transformarla en imágenes". Scherson estaba realizando su segundo largometraje, Turistas, pero viajó a Barcelona y cerró un acuerdo con la agente del escritor, fallecido en 2003.
La ciudad del Coliseo y de San Pedro queda lejana e irreal. Un telón de fondo, que deja solos en el escenario a los protagonistas, Bianca y Tomás, hijos de emigrantes chilenos, huérfanos apenas adolescentes. La pensión de orfandad no basta y ellos se hunden en un submundo de noches en vela, televisión, personajes marginados y prostitución. La muchacha presta favores sexuales a domicilio a un culturista y antiguo actor de películas peplum retirado y ciego llamado Maciste. Bianca tiene el encargo, de su hermano y sus dos amigos, de averiguar dónde esconde las joyas su cliente.
La trama ayudó a encajar el apoyo de cuatro productoras, en Chile (Jirafa), Alemania (Pandora Film), España (Astronauta) e Italia (Movimento Film). Enseguida Scherson empezó a seleccionar actores. Eligió a Manuela Martelli (1983), musa de las chilenas B-Happy y Machuca, frágil en el físico y obstinada en la mirada. Su hermano es un joven actor italiano, Luigi Ciardo. Los dos amigos son interpretados por Alessandro Giallocosta y Nicolas Vaporidis. Rutger Hauer, el replicante de Blade runner, es Maciste.
"Años después, Bianca, ya casada y madre, cuenta esa fase de su vida. Un paréntesis en el cual ella y el hermano vivieron al margen de la sociedad, en un micromundo de personas sin clase, sin lugar, sin trabajo, totalmente ajenas al sistema", explica la directora. "Lo que quiero mantener del libro es el tono de la narradora, el matiz de los ojos, el punto de vista de la historia, su lucidez". Para la directora, "la gran fuerza de Bolaño es deslizarse en el límite entre lo terrible y lo bizarro".
Scherson lo envuelve todo en una atmósfera alucinada, casi apocalíptica. "Al final acaba siendo una cinta sobre la Europa moderna, caótica, al borde del colapso. Bolaño ambientó la novela a principios del milenio. Ondeaba un presagio amenazador, como si algo malo estuviera a punto de acontecer".
En esa Roma de cartón piedra, lejana e inútil, símbolo de malos augurios, el presente es borroso y el futuro no existe. "Bianca y su hermano hablan todo el rato del futuro. Él quiere entrenarse en el gimnasio hasta ser Míster Roma. Ella no consigue proyectarse hacia adelante". La directora entremezcla palabras en castellano, italiano e inglés. Tiene bajo el brazo el guion, 96 páginas "muy densas", ricas en notas y subrayados.
Arranca con una cita de Bolaño, una de las tantas charlas entre la protagonista y Tomás: "Finalmente le dije que a mí el futuro no me importaba, que se me ocurrían ideas, pero que esas ideas, si lo pensaba bien, nunca se proyectaban hacia el futuro. '¿Y hacia dónde, entonces?', chilló mi hermano. Hacia ninguna parte".
Bianca describe el futuro como una habitación con los muebles cubiertos por sábanas viejas. No imagina un final feliz, solo renuncia y opresión. La tele de la pizzería donde habla Alicia Scherson proyecta las imágenes de la revuelta juvenil de Londres: escaparates hechos añicos, cubos quemados, chicos encapuchados que saquean tiendas de informática. Y la actualidad se une al canto de la ficción cinematográfica.
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