Esta vez, no he tenido la precaución de buscar algún dato del autor, he leído la obra a quemarropa, sin recomendación alguna ni antecedente previo, ni siquiera leí la contratapa hasta el final. La obra: Una silla para Dios.
El señor Cárdenas parece ser un hombre de talento, definitivamente tiene el don. Una ciudad grande es el escenario de su novela, y el personaje es un hombre promedio de aquellos que trabajan jornada completa para medio vivir y sostener a una familia que inevitablemente se desintegra como consecuencia de la inercia. Un encargo inesperado por parte de su jefe máximo y una jugosa recompensa a cambio, da un giro a su vida y es donde comienza la historia. La presencia intermitente de un diablo con poderes mágicos, que se camufla bajo la profesión de detective privado, así como algunos elementos tomados del circo y del teatro clown, remiten de alguna manera al cuento Alicia en el país de las Maravillas.
No obstante las destrezas literarias del autor, la historia deja algunos cabos sueltos, el personaje central no llega a consolidarse y el final es un tanto débil.
Bernarda Gui
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