El verdadero escritor es un enfermo incurable


Un poeta muy querido me dijo alguna vez: la necesidad que siento de escribir es como estar enfermo y saber que nunca me voy a curar. Me identifique plenamente con la analogía. Escritor no es quien garabatea algunos versos y cree poner el corazón en ello, tampoco aquel que conoce un extenso vocabulario y construye textos comos si construyera un edificio, tampoco estoy de acuerdo en llamar escritor a alguien por el simple hecho de publicar un libro. El verdadero escritor se mantiene en permanente búsqueda, jamás se conforma. Todo cuanto le ocurre; adversidades, pasiones, lecturas, afectos, emociones, todo, absolutamente todo, esta encaminado a alimentar ese estado, a encender esa fiebre que no pocas veces ha desmoronado la vida de quien la ha contraído. Pero, ¿Cómo empieza este padecimiento? ¿Qué pasa con quienes advierten los primeros síntomas?

Después de sentir que se van consumiendo lentamente, de haber llenado páginas y páginas, de haber masticado una y otra vez sus textos en solitario, estos seres desorientados se arriesgan a buscar auxilio. Así, en ese estado llegan por lo regular decenas de hombres y mujeres a los talleres literarios de la Casa de la Cultura, donde Diego Velasco los acoge sin discriminación, no hay examen de ingreso, basta tener alguno de los síntomas para ingresar y recibir tratamiento. Diego sabe que hay reglas y las comparte, pero también sabe que no existen fórmulas para hacer buena literatura. El camino se hace andando y el que busca encuentra. Entonces muchos se dan cuenta que sólo es una fiebre pasajera, quedan sanos y se devuelven a la cotidianidad, pero otros, una minoría, descubren allí que son incurables, a partir de esto todo puede ocurrir.

Uno de estos casos precisamente es el de Sonia Montenegro (1988), quien acaba de ganar el Primer Premio Nacional de Poesía Paralelo Cero 2011, cuyo jurado compuesto por Catalina Sojos, Sara Venegas y Jorge Dávila Vásquez, ha descrito al poemario de Montenegro “La miel del silencio” como un conjunto de poemas y prosas poéticas bien concebidos, cuidadosamente elaborados, que demuestran un intenso aprendizaje poético.Sonia Montenegro, como tantos, un día llego al taller CCE consciente de su aguda afección con la fiebre al borde, con hambre de lecturas, ávida de formas poéticas, dispuesta a experimentar y a dejar su marca. Quienes hemos compartido con ella jornadas de letras, sabemos que esto es solo el principio, otro reconocimiento a su hacer literario, vendrán más sin duda, porque para aliviar su padecimiento solo le queda escribir.


bernarda gui
bernardagui@gmail.com

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