Pedro Herrera pinta con el ratón del ordenador, y obtiene formas psicodélicas en unos casos, o montajes sugerentes en otros
Su estilo se bate entre la contemporaneidad y lo clásico. Su idioma es el píxel, y toda la textura infinita que se puede lograr con este elemento, sumado a temáticas figurativas y otras abstractas de la pintura de siglos anteriores.
Pedro Herrera pinta con el ratón del ordenador, y obtiene formas psicodélicas en unos casos, o montajes sugerentes en otros. Son las dualidades, la comparación, la superposición de objetos, los animales, arquitectura, todo lo que inquiete al artista y que luego de ser fotografiado pasa a su computadora para el proceso creativo. Un cuadro muy logrado es un desnudo femenino que nos muestra en primer plano las inquietantes formas de la vulva, junto a la epidermis llena de rojo vino.
Esta exposición recoge cuatro facetas del trabajo pictórico de Herrera. En ciertos casos las imágenes virtuales, que tienden más al abstracto, simulan al agua en su constante fusión con la tierra y su movimiento de fluidez. “Quiero trabajar sobre el agua para cuestionar a dónde estamos llegando”, afirma.
El color del píxel
El color no está dentro de la máquina, sino que parte de la mancha pintada de manera natural y que es digitalizada en base al original. Es un instrumento más. Para el artista es más sorprendente entrar en el mundo virtual, no trabajar con los pigmentos, sino con el rojo, azul y verde, colores luz que le permitirán mayor expresividad y posibilidades tonales que los pigmentos. Por ende, la impresión tiene que ser controlada para lograr los objetivos. Esta tecnología es revisada con minuciosidad.
El resultado: colores muy luminosos que le dan, muchas veces, vibraciones de cierto modo cibernéticas. Fusiones de colores muy controlados, pero que evocan la civilización y la modernidad digital y su lenguaje binario.
En cuanto a sus temáticas, el artista no quiere caminar por los senderos lógicos, sino en el más oscuro y placentero mundo de los sueños y el subconsciente. “Estoy en lo onírico, en lo subjetivo, porque es otra forma de vida paralela a lo real. Ahí aparecen ciertos símbolos que son decodificados y luego puestos en el cuadro. Somos seres pixelados, y tenemos que entrenar a los ojos para ver estos mundos, estas imágenes; es lo que se viene”, comenta Herrera.
No es un obsesionado por la tecnología, pese a que se le podría tildar de tecno artista. Éste, su proceso, es tan válido como sentarse horas frente a un caballete.
La genética como temática
La información genética es otro tema que lo inquieta. “Hay mucha información que arrastramos a lo largo de los siglos y que se la puede exteriorizar por alguna fobia. Por ejemplo, cráneos que se ven en medio de océanos o desiertos. Es la muerte como cadena que une a las civilizaciones a lo largo de los siglos”. Herrera acabó de exponer en importantes galerías en Estados Unidos y Canadá. Ahora se podrá observar en Quito, cuadros con su particular técnica. (EFU)
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