POR CRISTIAN LÓPEZ
Los libros son seres que vagan de mano en mano, de librería en librería en busca de alguien que los lea. Algo así como prostitutas de la intelectualidad.
Soy un comprador compulsivo de libros buenos y baratos, me gusta matar la tarde visitando librerías a medio uso que dan obras por un precio módico, que mejor para un estudiante que no trabaja y que le gusta sensibilizarse ante un buen libro.
En mi casa he acumulado como unos cuatrocientos títulos, muchos ecuatorianos, los cuales son mis preferidos. En una tarde que andaba en busca de literatura policíaca ingresé a una librería del centro, me sumergí en el polvo aparentando ser un buceador deleitándome en las profundidades del mar; así, amurallado en el olvido, vi un texto color verde que decía ¿El poeta ha muerto? Lo recuperé, lo tomé entre mis manos y lo llevé por un dólar.
Ya en el bus de regreso a mi casa lo abrí y ausculté el rostro del escritor, era Diego Velasco Andrade, mi profesor de semiótica en la Facultad de Comunicación Social, sólo atiné a sonreír.
Lo leí como leo mucho de los libros, ¿El poeta ha muerto? Era un texto que me invitaba a explorar la intimidad del escritor, su vida, su proceso.
La novela de Diego Velasco era algo diferente a los libros que había leído hasta ese instante, era algo experimental, una obra absolutamente compleja. Varios personajes que hacen de la poesía su forma de vida, con constantes enfrentamientos teóricos que los sumergen en callejuelas oscuras; en esta obra, el autor desnuda las incomprensiones del lenguaje que se convierte en el vehículo que sintetiza la razón y el inconsciente. La conciencia (su conciencia) hace aflorar toda la paradoja de miedos.
En 1924, surge el primer manifiesto surrealista, en ella se decía: “uno propone expresar mediante palabras escritas el funcionamiento actual del pensamiento, en ausencia de todo control ejercido por la razón exento de cualquier exigencia estética o moral”. El lector para leer esta obra debe desprenderse de su estado normal y descubrir, como en los sueños, la realidad del poeta.
Aquí, los personajes, las cosas y las palabras vuelan por los aires liberados de la materialidad en busca de un cuerpo único, que termina en el personaje con textos, Baku, el poeta quien persevera por hacer su obra.
En Ecuador, los talleres literarios de los años 80’s dan inicio a una camada de escritores, entre ellos un grupo de jóvenes poetas que se proponen socializar la poesía; así, buscan por todos los medios producir, cada uno en su comunidad, grupos para hacer la poesía.
La novela de Diego Velasco aborda distintas facetas de la literatura: la poesía, el micro cuento, el teatro; además, facetas híbridas del ser humano, como también, la autoridad de gobernantes que de alguna forma tratan de romper la imaginación en los jóvenes escritores. El ambiente de un país deformado por las incomprensiones, para estos jóvenes escritores ¿soñadores? sólo existe una salida y esta es la imaginación.
Ante la propuesta de socializar la poesía, se forman grupos literarios: como el escarabajo utópico, el matapiojos para poder llevar a la poesía donde debe encontrarse, en el pueblo.
La novela collage ¿El poeta ha muerto? de 149 hojas, publicada en abril del 2002, por K-oz Editorial, ha sido adaptada al teatro por el grupo ecuatoriano Ojo de Agua y puesta en escena en Ecuador, España y Bélgica.
DIEGO VELASCO ANDRADE (QUITO, 1958)
Integró el taller de literatura dirigido por Miguel Donoso Pareja, miembro fundador del taller Matapiojo, junto a Pablo Yépez, Paco Benavides y Makarios Oviedo, en 1983.
Arquitecto de profesión, es Máster en Ciencias Aplicadas por la Universidad de Lovaina, Bélgica, doctorante por la misma Universidad y profesor de la Universidad Central del Ecuador. Ha coordinado diversos talleres literarios, dentro y fuera del país.
Ha publicado: Poemas antes de la guerra, poesía (Panamá, 1980); La poesía no es un libro de poemas, poesía (1988); Derrocamiento del lector, poesía (1989); Safari a ombligo equinoccial, poesía (1991); En el jardín de Freud, cuentos (1995); Gato en el sol, poesía (1996); Hundimiento de Mu y relación de otros hechos misteriosos ocurridos en el Reyno de los Colibríes, poesía (1997); Alquimias, poesía (2004).
Integra las siguientes antologías:
La palabra perdurable, de Fernando Balseca, Guayaquil, 1993
Poesía ecuatoriana del Siglo XX, ganadores del premio Ismael Pérez Pazmiño, Guayaquil, 1996
“Aldea poétiva”, Sistema Editorial Opera Prima, Madrid, 1997
Comentarios